Wow.....WOW-wow-wow.
Me la pasé buscando como llegar a entrar a este, mi viejo amigo. Mi blogg. Y no lo lograba. Y de repente, hoy, que originalmente prendí la máquina aprovechando un momento de silencio: el niño duerme; el compañero se fue a un cumpleaños; es entrada la noche, y no hay una tevé prendida, molestando con sus flashes luminosos intermitentes. Solamente me acompaña la foto de mi Maestro en el mueble, las luces del rooter del wifi, el ronronear un poco descarado para mi gusto de la heladera...la lámpara de pie que lee lo que escribo mientras me alumbra...y yo. Mi yo. Me llevo bien con mi yo desde que la Espiritualidad entró en mi vida. Gracias a Dios. Y no es un decir.
Y justamente hoy, o estos días, andaba pensando en algunas ideas recurrentes, que me parece interesante guardar por escrito; para entenderlas mejor, para dejar registro de mi evolución. O bien para jugar con las palabras otra vez. Leyendo para otros, me doy cuenta de hace cuánto no me encuentro con ciertas palabras. Y cómo esa falta de práctica, hace que a veces cuando escribo para el trabajo, me falten las palabras, sintiendo el remanido "la tengo en la punta de la lengua". Pero por más que me zambullo una y otra vez en destellos de intuición, no aparece.
Lo que quiero dejar plasmado hoy, que es algo que he descubierto en mi, y me llama poderosamente la atención, comenzó de la siguiente forma. Compré un anillo. De plata, con un imbrincado diseño con reminiscencia celta, y una amatista clara en el centro. Como un gran ojo único. Bello pensé; pero mirándolo con lo que consideré era suma atención, me di cuenta de que no lograba <capturar> esa belleza; como que me era esquiva, como que no "lograba retenerla". ¿Me explico? Y de pronto, empecé a darme cuenta que me ocurría con todo lo otro. He estado pensando si en realidad, el problema no tiene que ver con la calidad de "presencia" y de "concentración" de la que hago uso. Y de alguna manera, vino a mi mente ese placer que causa la belleza, que uno desespera por atrapar y consolidar, como para poder mirarlo largo y tendido, y deleitarse lentamente con esa mágica belleza. Pero lo cierto es que se esfuma, tan sutil es esa experiencia. Y eso me hace pensar en los espejismos. El Maestro dice que la belleza viene de Dios, y que Él es belleza. Y eso explica ese anhelo que todos traemos, de belleza, y esa necesidad de atraparla para solazarse en ella; el placer que causa. Pero lo cierto es que, volviendo a mi tenue desesperación, no logro retenerla. Se me escapa. Aún y si, en el caso super simple de un anillo, lo tengo entre mis manos y lo observo con insistencia, pero no la encuentro, no la retengo. Es casi como si nunca hubiera existido realmente...
Eso me trae esa idea esencial de que el mundo es ilusión. Vibración y conciencia, interpretada por nuestra mente hipnotizada colectivamente de una forma particular. Estoy segura de que otros habrán sentido lo mismo. Me gustaría saber qué piensa alguien más que haya sentido esto.
Lo otro es muy personal supongo; pero como todo, seguro que a muchos les pasa. Voy a resumirlo sin vueltas ni remilgos. Una vez por año, apróx (vengo dándome cuenta de que una cosa genial de la edad es que uno realmente va conociéndose mejor) me agarra un ataque singular; este ataque puede durar un tiempo. Este año van casi dos meses y pico (aclaración: entré al blogg queriendo escribir algo; me ecnontré con este sin terminar. Ya van 4 meses y pico!!). Consiste en lo siguiente: me nace un impulso poderoso romántico. Como si todo mi ser se deshiciera por el romance. Por esos tiempos devoro material de fantasía de ese género. Lo disfruto con deleite. Pero ese deleite posteriormente se transforma en dolor. Porque: - se que eso no existe - se que ningún ser humano me va a dar ese amor perfecto que busco - me frustra. Ahora, llegado este punto en mi sendero espiritual entiendo que: ese amor perfecto y pleno, e incondicional y de intensidad suprema, que busco una y otra vez, me lo dio Dios. Y Dios es quien puede satisfacerlo. Ergo: tengo que dejar de perder el tiempo con noveluchas, y usar ese íntimo y poderoso influjo que me dio Él, como combustible para impulsarme hacia Él. Lo cual puede parecer difícil, porque -de nuevo- llegado este punto del sendero espiritual, uno aún no desarrolló una relación con Dios tan sólida como para "conocerlo" lo suficiente como para concentrar el impulso amoroso hacia Él. Y sin embargo, todo el detalle con que una conoce cómo ningún fulano de la novela - kdrama - ni de mi mejor fantasía podría en la vida real lograr esa magia que el alma de una anhela con desesperada, inimaginable intensidad, me sirve para delinear cómo sí sería ese Dios que tiene todo lo que necesito. Tengo hambre de El. Todos los años...casi que me sale "Padre". Pero me gusta, me tira mucho más la personificación de Dios como mi Amante, Esposo. Además tener una relación con Él, no me haría ser desleal para con mi esposo de esta encarnación. Todo encaja a la perfección muejejei...
Así es como, sabiendo que no tengo lectores, y que tal vez a alguien le sirva este extravagante -para los cánones actuales- blogg, voy a disfrutar de una fantasía por mi creada, para darle a un Dios sin forma, una forma personalizada para satisfacer mi deseo, que Él mismo me dio. De paso para poder armar y desarmar dicha fantasía a piacere, y que eso convierte a mi anhelo por El en algo tan candente, que no pueda tener todo esto otro fin más que esa unión.
Antes que nada: hace tanto que no escribía con esta libertad. Uno en el día a día está tan sometido a roles. Pero uno no es esos roles. Uno es un mundo enorme, amplísimo, rico, intenso y variado. Sin edad. Con sed, con alas. En fin. Vamos a darle forma a una posible escena de encuentro con un Dios infinito e incomprensible que decide tomar forma de hombre para satisfacer mis espiritulmente inmaduros anhelos...
Es un desierto nocturno. El cielo negro, parece que ha forzado su negrura al máximo de su capacidad, con el fin de que resalten con más fuerza sus innumerables estrellas plateadas. Un desierto ordinario es frio por las noches, más este es singular: marcho descalza y el calor del sol acaricia mis pies desde la arena. Un resplandor dorado y sutil pareciera iluminar el desierto, generando un escenario onírico: un resplandor como de atardecer en medio de una noche sin luna.
Mi andar es sereno, hipnótico. Camino sabiendo que no se cuando he de llegar a Él, pero mi corazón arde con una brasa inextinguible, por eso mi andar se ha armado de una paciencia infinita y dulce. Visto una túnica blanca, suelta, ceñida con flojera a la cintura con un fino cinturón de dorados eslabones metálicos; los hombros descubiertos sienten el roce de mi cabello oscuro y ondulado, que alcanza mi cadera y se encuentra atado levemente con una cinta negra. Algunos aros y pulseras doradas tintinean en mis muñecas y mejillas. Es que si nuestro encuentro será bajo forma humana, he decidido ir tan sencilla y hermosa como me pareció al momento de partir, sabiendo que Él jugará este juego conmigo. Mi mirada oscura brilla, y se desliza escrutando la lejanía.
Ya he olvidado contar los días. En este escenario interior, mi cuerpo y mi energía no cambian. Tengo una meta, y he eliminado uno a uno los obstáculos. Me ha tomado incalculables vidas lograrlo. Y ahora sólo me ocupo de alimentar las llamas de mi corazón, con la esperanza de que el incendio sea tan grande, que me haga merecedora del Supremo Gozo de Su presencia.
Para mantener las llamas crecientes, entretengo mi mente astutamente; la mente es un animal traicionero, su susceptibilidad al mal es grande, así que hay que mantenerlo engullendo material benéfico; como si fuera una gran salamandra a la que uno le echa pellets de pensamientos de bien. A uno nunca le explican de pequeño la importancia de evitar entretener pensamientos incorrectos, ni a juzgar estos de los otros. Pero gracias a Él lo he aprendido, y su uso me ha conferido grandes avances. El sudor del trabajo interno diario no fue en vano, y convirtiéndose en un hábito más o menos estable y confiable, me lleva también a Él. Llevo a mi mente todo tipo de combustible; pienso por ejemplo en todo lo que me ha atraído o he amado del mundo, lo que me ha parecido en extremo inteligente, y noble y valeroso, o creativo, pienso en la sabiduría y pureza perfectas, y que que todo eso salió de Él.
Pienso que todos mis pensamientos los conoce y los entiende Él. Que Él realmente, sencillamente, quiere mi amor, que no desea servirse de mi para obtener algo. Que está esperando a que deje absolutamente todo por Él, porque no puede haber ninguna otra cosa en mi si Lo quiero recibir. Dios es celoso. Y mejor así. ¿Cómo podría uno valorar a Dios si anda entretenido con otras cosas? Sería decepcionante si hubiera algo al nivel de Dios o en nosotros que nos entretenga de Él.
Entonces, es un trabajo arduo. Andamos por el mundo jugando a pegarnos de cosas para sentir placer, gozo, todo fugaz, agridulce...y hay que ir despegándose todas esas nociones, conceptos, hábitos, que nos mantienen entretenidos en cosas menores y atados al cuerpo, en vez de internarnos dentro del alma.
Y así voy imaginándome su cercanía. Su forma de mirar sobrenaturalmente calma. Su gozo al corroborarme totalmente entregada a Él, dispuesta a no perder un segundo más de existencia sin ser una con Él. La fusión...
Y entonces un día, o mejor dicho una noche más, algo cambia. Lo notó con fuerza, aunque no entiendo la raíz de dicha percepción. Siento una tremenda alegría subirme con dulzura salvaje por el pecho; alrededor no observo nada que no sea la noche, pero mi corazón late enloquecido, como si supiera algo que yo aún no entrevero. Entonces, a unos metros de mi, en el aire toma forma un hombre alto, de piel bronceada, casi dorada, de cabellos oscuros y ondulados, que parecieran esconderse tras su fuerte cuello y asomar tímidos para mirarme, cabellos que ensombrecen sus asombrosos, indescriptibles ojos profundos y magnéticos, indeciblemente seductores; viste una túnica blanca, similar a la mía, los fuertes hombros y brazos al descubierto; dos gruesos brazaletes de oro con enigmáticos caracteres en cada muñeca. El tiempo se detiene. Nos observamos, yo a punto de caer como una casa desvencijada, que aguantó hasta el último instante y cuando la tormenta amaina, se desarma en un estertor de frustración. Siento un tremendo gozo quemarme por dentro, y rio y lloro, y sus ojos, sus tremendos inexplicables ojos me arrastran atajándome antes de caer, por encima de la arena, hacia él, hasta quedar a un metro uno del otro. Y mirándonos a los ojos, venciendo por Su gracia mi repentino sentimiento de inadecuación......
Ay no se!!!! continuará...