lunes, 26 de mayo de 2008

Tránsito

Un paisaje sombrío. La lluvia agrieta las calles de barro rojizo. Camino con la cabeza gacha, las gotas resbalando por mi pelo y mi cara. El ruido ensordecedor de un trueno rompe la monotonía del agua.

No se cómo obtener lo que quiero, pienso.

Sólo repito la frase, expresando así la frustración de mi impotencia.

No se cómo...


Entro a una pequeña casa pintada de blanco, su techo de chapa suaviza y amplifica los sonidos de la tormenta. Me lanzó en una cama maltrecha, ahuecada en su centro, sobre las sábanas revueltas. Un viejo se da vuelta apenas en su silla y no me dice nada. Mira el noticiero. El calor es espeso.


"Volví rápido", le digo. Era increíble. Después de tantos años quejandome de que mi viejo me hablaba continuamente, lejos y en casa ajena, me abruma la falta de charla. Ahora le temo al silencio.

"Volví rápido porque se inundó toda la plantación", digo y el viejo ni se mosquea. Pero noto que me está escuchando. "Si el tiempo sigue así voy a quedar varada acá".

La televisión deforma los colores, se ve todo verde. Me remite a mi infancia...a los colores de las cosas en los 80´s. El mantel de plástico, sucio de grasa de inumerables comidas genera el mismo efecto.

Imagino mi cuerpo achicándose rápida y progresivamente debajo de mis ropas, mi cuerpo volviéndome niña. Y al mismo tiempo y en sentido contrario, la sensación de estar envejeciendo se agudiza.

No estoy donde debería estar, pienso. Mi estómago se contrae levemente. Tengo todo controlado para no desesperar...
La puerta de calle está abierta y deja entrever cómo fuera la exangüe luz se ha desvanecido. Se oye el paso de vecinos en la calle, charlas con el acento de la zona, tan particular.

Me siento sola. Otra vez. Sola, y derrotada, me digo en silencio. Suprimo un sollozo y me levanto al baño. Puede ser que todo sea verde acá??...los azulejos del baño, algo rotos transpiran la humedad ambiente. Miro mi rostro en el espejo, estoy cambiada. Mi pelo creció mucho y mis pomulos sobresalen donde antes tenía unas mejillas redondas. Siguiendo un impulso saco de un cajón junto a mi cama un par de tijeras desafiladas de hierro y corro al baño. Comienzo a cortarme el pelo. Me prendo un cigarrillo y luego otro y uno a uno, oscuros mechones van cubriendo el lavabo. Para cuando termino estoy contenta. Parezco otra, parezco otra vez entusiasta y joven.

Soy joven, me retracto, mientras tiro los mechones al inodoro y acciono la cadena. Acto seguido busco algo de ropa y me encierro en el baño para darme una ducha.

Son las 10 según dice el locutor de la radio que escucha Don Juan. Come unos fideos lentamente, mientras escucha el programa local. Yo cambiada y aún con el pelo mojado, me siento frente a él y lo miro mientras fumo otro cigarrillo. Mi mirada no lo intimida, toma un pedazo de pan y mastica.

"Don Juan", exhalo el humo, "me dijeron que por allá abajo hay un bar lindo, que va gente extranjera a veces. Sabe donde queda?"

Don Juan se toma su tiempo en responderme. Le saca otro pedazo al pan con sus manos oscuras y huesudas y me dice con mirada ausente: "Si m´hijita. Vo´debe´decir el del Señor, ese de fuera, Gonzalo según dicen, va´hasta la terminal, luego a la derecha en lo de Julia, cinco cuadra´según tengo entendido."

Aspiro el humo y agradezco a don Juan. Estoy casi toda de negro, como me siento.
Me cruzo de brazos, está un poco fresco. Camino calle abajo, la garúa me hace cosquillas y llena de estrellas mi cabello.
Estrellas...hace cuanto no veo estrellas me digo alzando la cabeza al cielo rosado oscuro, pleno de nubes.

En el camino noto alguna mirada fija en mi. La gente del lugar no está acostumbrada a gente como yo...una mujer de 28 años sola...que decide salir a un bar a las 10 de la noche de cualquier día. Menos mal que hay algo de turismo..menos mal que voy a poder estar en un lugar con suaves luces cálidas y gente que no está acostumbrada a mirarme.

Ya cerca de la terminal, la calle está solitaria. La garúa se detuvo y solo resuenan mis tacos bajos. Un gato negro pasa elegante y ligero frente a mi, lo miro hasta que escucho otros pasos.
Alzo la vista y veo un hombre joven que camina en mi dirección. Tiene pelo rojizo y una mirada franca y directa. Es alto y camina con las manos en los bolsillos.

Por alguna extraña razón me parece reconocerlo, y me quedo mirandolo fijamente, lo que produce el mismo efecto en él.
Unos pasos atrás me doy vuelta para seguir mirandolo. La forma en que camina me resulta tan familiar...


Al fin llego al bar.


Continuará...

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