sábado, 21 de noviembre de 2009

Semillas y sólo una semilla

Siempre, siempre, siempre, lo mejor no se dice con palabras.

..............................................................................

Agua abatida, turbulenta. Circulando caudalosa y comiéndose a si misma en borbotones de espuma blanca y agitada. Azules cambiantes, verdes alga, grises tormenta, y nunca, nunca, nunca dejando de fluir. Movimiento impredecible. Hoy caos, relámpagos y oleaje, mañana calma impasible, pasado mañana corrientes submarinas, olas pequeñas.

Algún animal marino, suave y de sonidos agudos, mira el cielo desde abajo, a través del agua. Inmerso en ella.
Ojos que no necesitan pestañear. El sol lo descubre en algún rayo tergiversado por el mundo marino.

Es un mundo distinto. Otras leyes, otra densidad, otro peso de las cosas, otras profundidades y bellezas, rincones ocultos y monstruos.



Y arriba, viento.
Qué es el viento?

Moléculas invisibles que vibran con la temperatura, se entrechocan, se energizan, y como un tumulto de turistas japoneses, con ansiedades sonrientes y portando cámaras, vuelan de un lado a otro del mundo.

El mundo del aire.

Hacen olas los vientos. Bueno, ayudan.
Cuando el agua está indecisa, tiene ira y amor, y rencor y ganas, y se repliega y se separa, enojada quien sabe con quién, si consigo misma, si son muchas o qué, viene el viento. Y pasa, como todos esos turistas que corren a fotografiar la Gioconda, en ráfaga, en el océano por ejemplo. Al ras como un halcón que va a agarrar a su presa. Y así, golpea la punta de esas olas que estaban altas, gritando desde arriba a la de al lado, insultos en el idioma del agua. Y entonces, Brrrrr o PLUUMMMM o bueno, ruido de agua, y la que estaba arriba, se zambulle en la de abajo, y se mezclan. Risa de agua. Porque es gracioso estar enojada y que venga un viento y lo tope a una, y una caiga justamente sobre su enemigo momentáneo. Como es un enemigo momentáneo el del equipo contrario del partido de fútbol que están pasando, o el que se mandó adelante de uno con el auto sin avisar o algo.
Y así, la tormenta lejana, en medio del océano y en medio de la noche, se llena de risa e insulto, y viento con japoneses y relámpago que avisa que viene la tanda número 73 de lluvia, bah, de batallones de gotitas de lluvia. Que si son disciplinadas caen derecho, derechito sobre el caos. Y si no, bueno, entre los japoneses y la gresca, caen de cualquier forma y en cualquier lado. Casi como llega un bebé al mundo. Casi como el mundo al que llegan un bebé hoy. Hoy y siempre, creo.


Y del otro lado del agua, vaya uno adonde vaya, sur, norte, este y oeste, bueno, tierra. Tierra o tierra debajo de hielo.

Otro de los mundos.
Ahí están las personas y los otro animales, los que no son de agua ni dicen todo lo que piensan.

Por suerte.
Si a la cantidad de palabra lanzada en Cabildo y Juramento, se le juntaran las palabras de lo que piensan las hormigas que tienen que vérselas para llegar a un árbol o al hormiguero del otro lado de la avenida....y si, bueno. Tendrían mucho para decir. Y las de las palomas. El tachero gritandole al chofer del bondi, el bocinazo, la señora que se queja del kiosquero que no la vio y atendió a otro antes que a ella, las chicas que cuchichean porque a esa que pasa el jean le queda horrible o demasiado bien para infortunio de ellas...imagínense si a todo eso, que es siempre igual, se lo multiplica por la cantidad de gente que puede encontrarse en Cabildo y Juramento, se le juntaran los perros, los gatos, las palomas, los bichos, los gérmenes de los puestos de panchos y de nuestras manos, las arañas, las células de las plantas que crecen aunque la gente haga todo tan rápido que ya no crea en las cosas que pasan lentamente...
Lo que sería eso no?


Sí...igual que ahora pero todavía más ruidoso.

Un subte guarda cierto parecido con la vida, al menos hoy día (rima).

Uno va, sin saber, pero sabiendo, sin entender bien como, pero va, por la vida. Por su agujero,como un gusano. Por un camino circular, cerrado, sin luz, lleno de ruido o de gente o de "ir".
Como un subte. Un gusano mecánico, por unas vías puestas por uno o el resto.

No todos, ojo. Algunos en mayor medida, otros en menor. Hay muchos grados de vivir como un gusano.

Algunos se esfuerzan duramente, y son verdaderos gusanos. Hacen surgir de uno el lado más oscuro, a fuerza de violencia, de buscarlo a uno. Sobre todo si se trabaja en atención al público.

Pero, cuanto más lejos de ser gusano, por ciego, por cerrado, por inconciente, cuanto más oruga sea uno, comiendo hojitas en vez de estar bajo tierra, ponganle, más difícil es que hagan surgir de entre las bondades, el hosco, el oscuro que hay en uno.

Hay que cuidar la balanza. Haber hecho que el mar caprichoso pase por un surquito, pacientemente labrado con los años y la voluntad y la creencia en lo que se hace. Y bueno, el mar se hace hilo de agua, río contenido y caudaloso, saludable, que irrigue el alma, el cuerpo, la vida toda. Y que ese calor luminoso con agua dentro, se irradie afuera, y se exprese en los detalles de cada día. Pensar con cuidado, mantener limpias las cosas, cuidarlas, enriquecerse de silencios, detenerse en la vaquita de San Antonio que estaba en el broche de colgar la ropa...

Y en ese calor, esa luz, ese agua, ese aire que inspiro y expiro, en esas fuerzas esenciales, plantar una semilla.

Semillas tan sagradas, tan delicadas y de aromas desconocidos, sólo germinan con tantas sutiles condiciones dadas. Son semillas que dan un saber que no es posible transmitir en palabras; estoy segura de ello aunque no lo sepa.
En ese saber, los planos que se experimentan en la vida se cruzan, se mezclan. Los olores dejan color en al aire, las miradas desprenden partículas con sentimiento alrededor y atraen y repelen objetos y personas. Los sonidos paren materia con cualquier forma imaginable. Pueden incluso parir materia en las almas. Uno anda escuchando desprevenido Claro de Luna de Debussy y de repente, le nacieron extrañezas en el alma. Y sobrevuelan el metabolismo de las células, por ejemplo. Mientras el piruvato pasa a ser no se qué con ayuda de otro compuesto, ahí nomás, encima, observándolo todo con curiosidad está un prisma de música, generado por un movimiento particular de Claro de Luna.

Por qué no?

Esa semilla quiero yo. Esa, la mismísima.

No quiero soñar, quiero ver.

1 comentario:

Mar dijo...

Flor siempre tan autentica en tus relatos. La semilla tan anhelada... me gusto mucho.