domingo, 31 de enero de 2010

Cuento

Disparatada es una palabra vieja. Y como a veces soy vieja y a veces niña (y por todo eso, lo único que anhelo es ser para siempre un alma joven, ni ñiña ni vieja) estas palabras se me filtran.

Ando con ganas de inventar una historia, dramática, apasionada, liviana y honda y potente.
A ver...podría empezar con una confesión, femenina. Tiene que ser una fémina fuerte,
apasionada...Y tiene que estar indignada, y ahí desarrollo el nudo de la historia.
A ver...

"Devuelvo besos dados y recibidos.
Los que no se presenten a reclamar los propios los perderán. La caja en la cual yacen inquietos por su futuro, será incinerada en mi fuego interior.

Es mi noche violenta. Por fuera serena y queda, por dentro no he dejado de correr, golpear, patear, arrancarme ropa a jirones con las uñas.

El demonio, característicamente femenino, aúlla despierto
sin dejar de recorrerme de una punta a otra.

Quemo, canto, rompo y mis ojos llevan contenidos la furia que brilla roja.
Si hubiese nacido hombre, una noche así habría cometido atrocidades.

Pero nací mujer. Entonces callo, o escribo.

Mujer...

Y eso me recuerda, que toda mi ira tiene una raíz simple y elemental: un hombre.


Y si, cuando no. Los hombres. Solamente dos cosas podrían despertar la violencia en mi. La injusticia y los hombres.

Raúl. Mirá que nombre más feo no podía tener y de forma más impensada no podía conocerlo. Pero claro, las cosas siempre pasan así. De contramano. O de repente un día el corazón te late raro por el mismo pibe con el que discutías todos los días en el trabajo, o un panfleto volador te da en plena naríz en la fila del banco y el de al lado se rie tanto que terminás riéndote con él y charlando...
Así pasan las cosas.

Raúl prometía, según mis primeras impresiones, ser un especimen más del montón.Me lo presentó un amigo. De camisa y mocasines impecables, perfumado, charla general y liviana. Afable. Sus ojos me resultaban notablemente magnéticos.

Una mezcla de chapado a la antigua,despierto, abierto, inteligente,levemente panzón. Me hacía reir. Como de lo que creo previsible, no espero nada, Raúl me sorprendió doblemente.
Me pidió el celular como si fuera obvio que yo se lo fuera a dar. Como no tenía nada mejor que hacer, decidí dárle el gusto.
En cualquier otro momento me hubiese sonreido y le hubiera entregado un rechazo suave. Y en el fondo, indignado.
<¿¡Qué se cree este?!> hubiera pensado.

Pero no pensé nada esta vez, se lo di. A ver cómo me aburre, pensé. A ver cómo me habla sin parar de cualquier cosa sin reparar en si pienso algo al respecto o no, o qué pienso. A ver cómo una vez más me enojo conmigo misma!! pensé algo aburrida. Hacía mucho que no estaba con nadie.
Imaginé el cuadro: después de hablar dos horas de cualquier cosa, probablemente me propondría ir a caminar un poco, cuatro cuadras después la propuesta se desviaría alegremente a un "vamos a mi casa?"...como si nada.

Pero adentro mio, nada pasa como si nada.

Te llamo, me dijo, como si yo no creyera que lo iba a hacer...que tampoco era que lo creyero o no, ni lo pensé. Dale, asentí tranquila, concentrada en una gran grano rojo que enmarcaba una esquina de su frente.


Un jueves me llamó. Tono de voz despreocupado, como si hiciera un trámite, pero atento, dando la sensación de que se podía contar con él.

Me citó en una calle extraña, no dijo adonde ibamos, sólo pensé que tal vez Raúl andaba corto de plata y tenía algún barcito de cabecera.

Cuando llegué me esperaba parado junto a una puertita oscura y pequeña.
En sus ojos brillaba una especie de excitación que no había imaginado en él.

Apenas me hubo saludado djo: "Bienvenida al teatro oscuro". Y luego: " No se llama así, pero así me gusta llamarlo" y sonrió como por efecto de lo musical de la frase. Me sonreí espontáneamente, contagiada. Fue como hubiese abierto una puerta que en mi lleva a mi inocencia. Estoy llena de inocencia. No como ingenuidad si no como pureza. El parecía que también, por lo menos en ese instante.

Adelante, me dijo abriendo la puertita. En la boletería lo saludaron. El ya había pagado, asi que aleje las manos de mi bolso. Me miró un segundo para asegurarse de que yo hubiera entendido que ya estaba todo arreglado. Era un lugar pequeño. Sólo estaba la boletería, una pareja sentada esperando y cortinas para dónde se mirase. Raúl me miró a los ojos y me pidió permiso. A mi mirada algo perpleja le siguió una acción de respuesta. Me tomó la mano y como si fuesemos a entrar a la dimenión desconocida y descorriendo una de las cortinas, me llevó con él.

Cómo duele volver atrás, todo se vuelve épicamente mágico al escribirlo.

Se trataba de una obra de teatro diría si tuviera que encerrar aquello en una idea conocida. Hombres y mujeres iban y venían entre los pocos espectadores, representando escenas cotidianas de relaciones, de la vida, pero dejando en evidencia sus aspectos ridículos. Para ello se valían de máscaras gigantes, todo tipo de objetos simbólicos mientras los diálogos se llevaban a cabo. De repente hablaban tres grupos diferentes de actores sobre la ignorancia a la que todos estamos sujetos (inevitablemente), las luces se apagaron, y alguien gritó, "ahora puedo verlo!" y entonces una linterna en su frente se encendió iluminando cierto rincón, donde aquello que requería su comprensión se observaba. Para uno era una proyección de una forma geométrica, para otro la idea de que sólo se vive ahora, su linterna iluminando la imagen de una persona envejeciendo rápidamente.

En fin. Raúl no sólo me había sorprendido, con esto me había conquistado directamente.
Era como haberme encontrado con un indiscutible potencial mejor amigo para la vida. Alguien que tenía capacidad de maravillarse, que tenía sensibilidad para poder disfrutar de algo así, alguien... tantas cosas pensé. Al fin...mi esperado compañero de aventuras!!! Yo se que eso puede no sonar muy romántico. Pero creánme que eso esconde en mi más ternura y pasión que cualquier exclamación con luces de neón que resalten "amor".

Así y todo, me mantuve serena. Sabía que muchas veces me había entusiasmado con alguien y a pesar de todo, había terminado en la nada. Además, disfrutaba tanto el instante, y mi vida en general que no era muy difícil guardar el entusiasmo dentro mio.

Cuando salimos de allí, Raúl me miró directo a los ojos examinándome de cerca y me preguntó si me había gustado. Fui totalmente sincera. "La verdad, lo último que me imaginé es que me ibas a traer acá. Te ganaste algo en mí incondicionalmente después de esto, aunque no sepa bien qué,- dije honestamente sonriendo- . Me encantó. No hubiera podido ser mejor", agregué, porque pensé que eso le iba a gustar.

Sonrió satisfecho, mirándome a los ojos un instante más.
Luego desvió su mirada hacia otro lado, pensativo. Sentí que él tenía mucho de todo esto calculado. Quise traerlo al ahora, al silencio mental. A mi.

Desee sus ojos clavados en silencio en los mios con tanta fuerza que ocurrió. Volteó y al ver mi mirada se detuvo allí, esperando, en los mios. Y los mios se mantuvieron quietísimos, conteniendo el aire mi mirada, si es que las miradas respiran.

El empezó a sonreir, y yo pensé algo ridículo, como siempre que estoy demasiado felíz, tan felíz que necesito hallar una excusa para morirme de risa (porque estar tan tontamente felíz me da verguenza hasta a mi misma). La excusa fue el grano, que brillaba por su ausencia.

Mi ataque de risa estalló pleno e injustificado. "De qué te reís?" "No seeee" respondí balbuceando las palabras.
El insistía y yo seguía sin poder hablar y sin saber qué iba a decir.


Desistió y me guió unas cuadras, hasta un lindo bar de atmósfera muy personal. Algo oscuro, algo descuidado, lleno de cuadros y pequeñas luces por doquier, como bichitos de luz petrificados.

Le dije que no lo habría imaginado en un lugar como ese.
"Lugares como qué?" preguntó él impasible pero muy atento y levemente sonriente mientras acercaba el vaso de cerveza a la boca. " Así, tan bohemio" dije con una mueca graciosa.
"Viste...todos podemos sorprender" dijo solamente.

"Y vos?", preguntó él repantigándose en la silla "cómo es que estás solita?"

"No se...supongo que perdí el mapa que te dan para vivir. Honestamente entre los 22 y los 24 creo, ese tema me obsesionaba algo. Pero...en algún momento volví a la normalidad, a lo sano, y me di cuenta que todo eso no tiene sentido. La vida es a cada instante, y cada paso de mi destino sigue mis instintos. Esas cosas no se controlan. Y el "más vale sola que mal acompañada" lo comparto locamente. Disfruto mucho de mi misma.

Creo que me puse colorada.

Luego me confesó que en ese momento decidió que yo debía ser suya.
Pero no está seguro de si fue lo que dije o cómo bajé repentinamente los ojos para esconderlos de él. Un comentario típicamente masculino.

En fin. Pero de qué sirve tanta historia, recordar todo esto.
Al fin y al cabo es siempre la misma historia"

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Constanza alzó los ojos de la computadora. Se levantó de la cama y fue a preparar un cafe. Fuera, algunas nubes escondían bajo sus algodones una luna redonda y llena.

Arrastrando los pies descalzos volvió a la cama con su taza humeante.
Su casa, siempre algo desordenada, estaba especialmente caótica en esos días. Preparaba cuatro grandes cuadros, durante las horas que le sobraban del trabajo. Los colores de las paredes hacían vibrar los de los cuadros. En parte terminaba eligiendo aquellos como contraste de los de las paredes, que por cierto eran varios. Cada pared ostentaba uno diferente. Y cada cuadro estaba apoyado en su propia pared "inspiradora", con su respectivo conjunto de oleos esparcidos alrededor.

Recordó la reacción de Raúl cuando entró a su casa por primera vez. Lo observaba todo con intensidad, y una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.
"Me gusta tu nido nenita" dijo abrazándola al tiempo que la alzaba llevándola a la cama.

Constanza volvió a teclear en su notebook.

"Raúl se plegó a mi vida y yo a la de él como algo natural. Creo que casi no nos dimos cuenta. Un día nos levantamos juntos y ya hacía una semana que dormíamos en su casa o en la mia. Lo gracioso es que ninguno de los dos, contrariamente a lo que fuera normal, nos cuestionabamos la situación. Ni adónde vamos, ni de dónde venimos. Somos polvo, en una dirección u otra. Todo lo que hay es hoy, parecía ser nuestro lema implícito.
Un día cocinaba él, otro yo, otra nos ibamos derecho a algún resturante. Era extraño supongo, pero se sentía absolutamente normal.

Me sentía terriblemente cómoda con él y él conmigo; incluso obteníamos una extraña paz cuando estabamos juntos. Era una paz casi física. Eso era lo más raro.

Pero, el mundo no se está quieto jamás y tampoco lo están las personas.

Hay quienes no queman etapas, no evolucionan, y no intuyen hacia donde les pide dirigirse el espiritu, cuál es su destino. Entonces, en vez de crecer y desarrollarse, crean problemas y trabas...para que el cambio sobrevenga de una manera u otra. Pero no como designio natural del espiritu.

Como si temporalmente fueran poseidos por algún demonio destructor.




....Continuará mañana uando esté al pedo.