martes, 16 de febrero de 2010

2da parte Cuento

De alguna forma misteriosa cada uno tiene sin darse cabal cuenta, una idea muy precisa de lo que espera de otro en el amor, de quién debe ser el otro. Y cada vez que en una relación uno no encuentra aquello, esa falta de similitud entre lo que se necesita y la realidad del otro, se constituye en un obstáculo insalvable. Y esto no se trata de la famosa idealización, la idealización es más bien, creer que el otro posee las características buscadas, y darse cuenta al tiempo que esto no es así.
Porque ese buscado, existe. Existe y posee defectos porque es persona. Pero sus defectos no pesan jamás de la misma manera que los de alguien que no cumple con esa idea preformada.

Así, por más defectuoso que el otro pueda parecer, satisface plenamente, y eso va acompañado de una extraña calma, como si al fin uno estuviese del todo completo.

Yo doy fe, Raúl y Constanza consituían una de estas parejas. Cada uno complementaba al otro a la perfección. Había roces, hubo un tiempo de adaptación pero todo eso era mínimo. En ningún momento alguno de los dos se cuestionaba la relación.
Simplemente eran, como repentinamente liberados de toda necesidad de control, de toda esa neurosis que nos acecha continuamente hoy día.

La gran diferencia entre ambos, era que Constanza tenía claras las cosas. Podía leer su mundo interior como si fuera algo exterior a ella. Ella intuía todo lo antedicho, mientras que Raúl se regía por sus instintos casi exclusivamente. No los sometía a análisis, y como los instintos corresponden al plano de lo instantáneo, le confería al amor de Raúl un aspecto de riesgo, de impredecible, de liviano por transitorio.
Era lo mismo que estuviese ciego. Amaba sin saber con cuánta justeza.


Habían transcurrido uno o dos meses. Las noches se habían vuelto casi heladas. El saco largo de Constanza revoloteaba chocando contra sus botas altas como una pesada mariposa de noche. Oscurecía rápidamente la tarde de Buenos Aires. El úlitmo anaranjado desaparecía apurado tras el Congreso.


Un fuerte ventarrón le llevó el pelo sobre los ojos. Mientras deslizaba fuera del bolsillo una de sus manos frías para devolverlo a su lugar, un libro de tapas rojas apoyado en el escaparate de una librería, llamó su atención. En letras doradas se leía Carl Jung. Era uno de los libros que andaban dando vueltas por su cabeza. Entonces, todo ocurrió prácticamente al mismo tiempo.

Un perro se detuvo junto a ella y comenzó a ladrarle no demasiado alto, pero muy insistente; la disquería de al lado puso muy fuerte "Y sin embargo" de Sabina, que siempre había tenido particular efecto sobre ella, y un hombre calvo y de ojos vidriosos se le acercó hasta casi tocar su rostro con su naríz y largando un nauseabundo vaho a vino le dijo, claramente: TE ES INFIEL.

El perro ladró más fuerte, y Constanza que había pegado un sobresaltó observó perpleja cómo el hombrecito daba media vuelta y desaparecía por dónde había venido como si nada hubiese pasado.

Miró al perro que no dejaba de ladrar y al libro alternativamente. Algunos transeúntes emepzaron a observarla extrañados.

Sin pensarlo, y sólo como consecuencia del cansancio mental, Constanza sacó una mano del bolsillo y la acercó al perro para acariciarlo. Luego se dio cuenta que el "perrito" era más bien grande y que más bien inspiraba respeto pasando a temor. Mientras le palmeaba la cabeza le susurró "perro que ladra no muerde", se levantó, dio media vuelta y continuó su camino hacia el subte.

Pero claro, como en cualquier pelicula, el perro comenzó a ladrarle nuevamente y por si fuera poco, también la siguió.
Constanza se dio vuelta, el perrote amarillo a un metro de ella y ahora parecía verdaderamente enojado. Ella se detuvo nuevamente, algo alarmada, y en seguida el animal se acercó las orejas gachas, la cola toda fiesta. Constanza echó un vistazo alrededor, pero el mundo seguía su curso y a nadie le llamaba la atención.

Constanza se dijo: la piedad y el temor al "todopoderoso" me están invadiendo. Si este perro me sigue un poco más voy a terminar con él en mi patio. Mejor me meto en el subte en cuantos segundos me lo permitan mis botas altas.

Acto seguido Constanza dio media vuelta y haciendo oidos sordos al insistente animal echó a andar rápidamente. No volvió a oirlo.

Esa noche, estaban en la penumbra Raúl y ella. En el silencio exquisito sentía las manos de él acariciándola suavemente. Su respiración cerca entibiaba el aire. Las paredes relucían sus colores intensos en la oscuridad.

Entonces, algo ocurrió. Repentinamente, se encontró frente al escaparate de esa libreria, el hombre aparecía gélido "TE ES INFIEL", el perro volvía a seguirla, y ella miraba alrededor y...en ese momento no había reparado o no había querido reparar en ello: Raúl se encontraba a unos metros de ella, sentado plácidamente en una mesa de café con una mujer joven y hermosa.

Constanza tuvo un sobresalto, tal fue la impresión. Volvió atrás mentalmente, y...no podía explicárselo, pero sabía que ello había ocurrido. Pero por alguna razón en ese momento no lo vio.

Raúl notó el nerviosismo de ella, y somnoliento puso un brazo sobre su cuerpo desnudo. "Qué pasa bombón?"

La mente de Constanza luchaba contra sus sentimientos, qué estaba pasando??. Se puso a temblar, y entonces, una angustia inabarcable la embargó.

Sin pensar en lo que decía, susurró: "Raúl, con quien hablabas hoy a la tarde en el café de Corrientes y Larrea?"

Sintió la tensión brusca en el cuerpo de él, que ocultó de inmediato.
-¿Qué café?
- El que te dije-
-Por qué? pasaste por ahí? Mirá que ya me había olvidado...Nada, tomábamos un café con Analía, mi compañera del estudio. Vamos a empezar un proyecto enorme, y estamos todos muy entusiasmados, podemos tener una muy buena contribución con esta empresa, no se si te conté, que va a...
-Ta...eso nomás era. Perdón. Voy a dormir porque estoy muy cansada.

Raúl se calló y se estuvo muy quieto un momento. Luego quitó su brazo de encima de ella y le dio la espalda.

Fuera el viento inclinaba algunos arboles bajo su fuerza.


COntinuaráaaa

No hay comentarios.: