domingo, 28 de febrero de 2010

3er aparte CUENTO

La mañana siguiente el desayuno transcurrió en un silencio tenso, y Constanza voló al trabajo.
Se le había presentado uno de esos acontecimientos sobre los que uno debate toda su vida, hasta que los vive. Y en ese momento, todo debate queda anulado, dejando lugar a los sentimientos más profundamente angustiantes.

Esos viejos debates, solían girar siempre en torno a la misma pregunta. Una pregunta que puede sonar absurda, pero que acallaba todas sus otras reflexiones “¿A qué se le es infiel precisamente?”
El mundo en general frente a la pregunta, respondía “Al amor” o “al compromiso”.
“Un compromiso no es más que eso”, pensaba Constanza. Un compromiso no era más que una decisión, cosa que por sí misma no significaba gran cosa para ella si no estaba fundamentada en un sentimiento real y profundo. Ella había observado que los primeros en blandir el concepto de “compromiso” eran justamente los que menos de amor -a su parecer- proferían; parecía más bien que poseían un cariño difuso y muchas ganas de cumplir para con su pareja. Como si todo el asunto tuviera más que ver con la obtención de una seguridad, de una meta social realizada; la constitución de una "familia", una red de personas unidas por lazos de sangre para brindarse apoyo y cariño, contención, protección.

Luego estaba lo del Amor, con mayúscula. Y qué era eso precisamente?
Amor?

Habría una especie, por ejemplo, de amor real y otros "más licuados"..? Más diluidos, más tibios, menos hondos? O serían todos hechos de lo mismo? Porque si había algo que Constanza había entendido a lo largo de su vida hasta el momento, era que, sólo con cierta paz espiritual se era capaz de amar... y que la falta de esta paz, estaba siempre relacionada en parte con un problema existencial al que no se le había encontrado salida en el seno de una persona; y que esto mismo, estaba directamente relacionado con la falta de amor hacia uno mismo. Y no podés amar si no te amás a vos mismo...eso no es un dicho, es una realidad.

Y por todos lados, el mundo hedía al horror de la falta de verdadero amor propio. Toda la neurosis por perder peso a costa de la salud en las mujeres, por ejemplo, era un acto desesperado y alienado por obtener un atributo que les diera valor frente a los demás, que las hiciera amables...porque si ellas no podían darse a si mismas ese amor, pues había que buscarlo fuera. La búsqueda de reconocimiento en el ámbito laboral, en la conquista material era lo mismo. “El amor es una verdadera necesidad esencial humana”, reflexionaba ensimismada Constanza. “Y fuera de uno, además de no hallarse lo que se necesita, sólo puede dar uno con muchos otros enfermos del mismo mal. Y allí, cuando dos de nosotros, hijos de esta era angustiada, se juntan para encontrar lo que a cada uno de los otros le falta (y no digo darse porque...cómo van a darse lo que no tienen y no saben cómo es?), los conflictos estallan.”
Un hombre le cedió un asiento a Constanza que se sentó agradecida.
“Porque jamás es suficiente adoración, ni suficiente admiración, ni suficiente posesión... “

“Eso es la realidad espiritual que nos falta, la realidad espiritual experimentable, aquella verdad mística que a todos nos duele, nos falta cada día, sin saberlo.”
Constanza se hablaba a si misma como si hablara al mundo.

“Y no hablo de Dios en las alturas y el Diablo en las alcantarillas. Es Dios y el Diablo, en todo caso, en uno mismo. Es ser miserable cada día en mayor o menor medida, crónicamente, porque mi cuerpo nunca me satisface. Porque nunca nada sea suficiente para ser feliz. Porque ni aún si la vida me sonriera, puedo yo sonreírle a la vida. Porque si mi amigo tiene un auto nuevo y yo no tengo nada, lo miro con envidia llena de bronca contenida. Porque ese segundo donde a pesar de quererlo, de haber pasado mil cosas juntos, pueda ser capaz de eso. De odiarlo como si lo desconociera. En ese segundo, el amor por él no existe. Se esfumó...”
Los sentimientos y pensamientos viles crean infelicidad en uno. La crean verdaderamente. Como si con cada uno de ellos, una especie de entidad venenosa apareciera y contaminara algo del aire interior en uno.”

“Ahora la cuestión es que entiendo bien como funciona de ese lado, pero no tan bien como funciona del otro. Sólo sé por experiencia de niña y por experiencia intermitente de grande, Dios en uno debe ser cercano a la libertad que da el amor por uno mismo, no por los títulos ni los objetos poseídos, sino por el hecho de ser mi vida, y esta la luz a través de la cual tengo la oportunidad de vivir, de experimentar el mundo.
No se cómo ni en qué forma, pero esto tiene como consecuencia el amor hacia todo lo que nos rodea. Tiene como efecto, la capacidad de amar. De reconocer en lo que nos rodea la misma luz, la luz de la existencia. De dar. De entregarse. Tiene como efecto, la paz que lo libera a uno de todo cinismo y desconfianza, y malas intenciones o prejuicios, de necesidad y de protección. La paz que lo permite a uno ser como un niño. Puro no por moral, sino por natural.”
“Lo terrible del mundo no está en que un tigre devore un ciervo. Está en que un ser humano mate a otro de un balazo limpio porque está drogado con algo inventado por un ser humano, con un arma inventada por otro ser humano, motivado por el rencor por no poseer objetos o por vivir miserablemente en un mundo donde otros desperdician y engordan, motivado por la falta de verdades espirituales que permiten a una persona superar la realidad material y encontrar ese amor, que como ya dicho, genera solo movimiento consciente, elevado, en el mundo, motivado por la falta de un camino claro, de un sentido.
Y claro que no hace falta tener un arma y estar drogado para hacer el mundo un lugar terrible. Hace falta mucho menos. “
“Pero sí, siempre, hace falta carencia de lucidez, de conciencia.

La conciencia del sentido que tienen las cosas que hacemos, la da la serenidad y equilibrio...Y es increíble que yo termine sonando tan mística…pero ya ni se de lo que hablo. ”


Pero la calma momentánea, dada por estas reflexiones, se desvaneció en seguida.

Se preguntó si simplemente Raúl no podía amar de verdad. Si era de esos hombres que no sentían culpa natural, de esos que creían que en tanto el “hecho” no se hiciera bajo un impulso emocional, no era más que un placer transitorio. Un festín de los sentidos. Pasarla bien. La aventura del cazador. Constanza sintió náuseas.

Fue consciente de otro detalle que no había pensado antes. Era probable que hombres así perdieran el respeto por su compañera sin siquiera darse cuenta. O en realidad, que no las respetaran desde un principio. Ahí entendió que el respeto es una entidad viva, no un título que se obtenía o se perdía, y que éste realmente era difícil de ganar en algunas personas. Constanza pesnó que algnos hombres por ejemplo, no respetaban más que a unas dos o tres personas de todas con las que se relacionaban.
Y s bien esa falta de respeto no implica nada directamente violento...constituye una separación entre las personas que es suficiente para crear un absolutamente distinto panorama en el cada día.


Tal vez de eso se trataba más que de ninguna otra cosa, la infidelidad.

Del respeto en su realidad más pura.

Imaginando que Raúl fuese un "no apto de amor". Imaginando que para amar verdaderamente, se requiriese una claridad espiritual escasa hoy día...fuese como fuese, pensaba al borde de las lágrimas Constanza, "aún así, lo querría para mí". Porque lo amo, sea lo que sea que eso signifique.

Además, Constanza sabía que hombres como Raúl tenían una gran necesidad de ser honestos pero que si su pareja reculaba ante cualquier verdad dolorosa podían volverse tan cerrados como un desconocido. Y si guardasen algún secreto...eso obraría de la misma forma.Alejándolos.

Constanza, en ese instante, se dio cuenta que mucho de lo que ella creía "amor" estaba en eso: la verdadera intimidad, cercanía, transparencia, con alguien. El compartir las existencias, un poco con la confianza ciega, serena de los niños.


Y sabía ella que, sintiera él culpa real o no, la sentiría al menos por el dolor que eso pudiera causarle a ella. Por eso lo guardaría en secreto, alejándolos.

Constanza se retorcía las manos en medio de un subte muy lleno y muy silencioso, como suele serlo tan temprano por la mañana. Sintió unas ganas incontenibles de gritar, más por el incesante y circular ritmo de sus pensamientos que por su realidad.
En el ajetreo del trabajo se olvidó un poco. Pero entonces, uno de sus compañeros, edad media, casado hacía unos cuantos años, tomó por la cintura a la secretaria apoyando levemente su panza prominente sobre la base de la espalda de ella y le dijo algo al oído. Un gesto de coquetería casi obsceno viniendo del tipo, y más que habitual. Cualquier otro día hubiese pasado sin pena ni gloria. Pero no ese.

Constanza vio instantáneamente el rostro de la esposa de él, que se sonreía y hablaba en una de las tantas fiestas de fin de año de la empresa. Se paró casi de un sobresalto, como obedeciendo algo que no era ella misma. Se acercó a él y se detuvo, sonriéndose feroz. Él le echó un vistazo, despegando los ojos de los papeles que leía parado y la regaló una mirada cómplice. "CONIIII" dijo sin alzar de nuevo los ojos. “Qué pasaaaa...Hay algo en la cantidad de dientes que deja ver tu sonrisa, que no dice nada bueno" -echó otra miradita a los papeles y se detuvo en la cara de ella, que ya no sonreía y fruncía el entrecejo, la mirada algo ensimismada, algo triste e indignada al mismo tiempo.

"A vos te jodería que Marta te sea infiel?"
El dudo unos instantes, pero en seguida, muy suelto de lengua como si ese tipo de preguntas en medio de la oficina y nacidas del aire, fueran cosa de todos los días, le respondió: "Mira, ojos que no ven, corazón que no siente. Qué querés que te diga...Hace 20 años que nos conocemos. Nos conocemos demasiado, sonrió forzadamente. Yo la quiero, y ella me quiere. No soy un mal tipo, soy bueno Y soy malo...me pierdo por las mujeres, pero nunca dejaría que Marta supiera, no podría hacerle eso, entendés?"

Constanza largó aire contenido. Qué iba a decirle a alguien tan práctico? a algo tan realista?

"Te maté, no? preguntó él, suave. Vos sos una piba, yo me doy cuenta. Una piba bastante especial además. Vos creés en cosas que yo no supongo, así que no hacés bien en preguntarme a mí. Mi historia no va a ser la tuya nunca. O mi historia va a ser la tuya y vos vas a sufrir donde a mi no me pasó nada..."

Constanza lo miró fijo a los ojos, la mirada triste pero entregada. "Gracias." le dijo, se dio media vuelta y se fue. No había esperado jamás tanta honestidad y generosidad de parte de aquel tipo.

Pero Constanza escuchaba de nuevo "yo la quiero...pero nunca dejaría que ella supiera…no podría hacerle eso..." Pero entonces en qué quedamos? Si ella se enterara, él se iría por su camino, cabeza gacha como un perrito culpable por lastimarla, unas semanas mientras seguía apoyando a la secretaria?

Sí, pensó luego de un silencio.

Así puede ser, tranquilamente. Así de poco dramático chica, se dijo a sí misma.
Sos vos la que aprieta entre los dedos sueños rosados y diáfanos como el aire. Vos y otros, claro. No hombres y mujeres como su compañero de trabajo.

Escondió el rostro entre los brazos suspirando con fuerza.
Estaba agotada. Sólo había pasado un día y ya estaba así. Decidió relajarse, tal vez meditar un poco, entregarse a la situación y que fuese lo que tuviera que ser.

Ella también tenía el mal de su era. La cabeza teorizaba más rápido de lo que las cosas ocurrían.

Se hicieron las 6, y mientras Constanza ordenaba lentamente sus cosas para irse, recibió un mensajito que la alarmó. Era de Raúl "te espero a las 7.00 en el café de Callao. Si no podés venir, avisame. Entro en una reunión cortita, apenas salgo me fijo tu respuesta. Hoy no nos vemos en casa. Besos"

Constanza se mareó y sus rodillas temblaron débilmente.
Después de todo, estaba verdaderamente enamorada de Raúl. Y esto podía ser el fin.

Constanza espantó esos pensamientos, y se propuso hacer todo concienzudamente, sin pensar, solo concentrándose en sus movimientos.
Respondió el mensaje a Raúl diciendo que allí estaría, se fue al baño, se peino y fortaleció su maquillaje. Esquivó sus propios ojos en el espejo y se fue caminando despacito hacia el café.

A medida que subía por el bajo, el sol agonizante la cegaba con su anaranjado triunfal. El frío era cortante, y la gente se veía toda marrón y gris, envuelta en sobretodos. Respiró el aire frío por debajo de su bufanda y se detuvo unos segundos para observar el sol y recuperar algo de lo primordial de la vida. Eso que permanece a través de todas las vivencias, eso que es parte de nuestra fortaleza. En esos instantes, Constanza se entregó a su destino. Callada, y calma, iba a aceptar lo que fuera que ocurriese.
No había mañana, había hoy.

Llegó al café y eligió una mesa junto a la ventana, para seguir el atardecer hasta el fin. Raúl aún no había llegado. Se pidió un cortado en jarrito, y se entretuvo en observar la espuma de este.

Entonces llegó Raúl. Varias personas habían entrado antes que él, pero ella reconoció su ritmo al abrir la puerta. Cada persona tenía un ritmo propio. Constanza tenía mapas intuitivos de las personas: sus ritmos, sus disrupciones, las cosas que motivaban cambios en esos ritmos...

Y ahí estaba Raúl, a punto de correr la silla delante de ella, mirandola fijamente y sin decir palabra. Constanza se sintió volver en si como de un letargo. Sintió ganas de llorar, peo tragó saliva, la boca momentáneamente seca, el corazón latiendo muy fuerte. Pero bajó la mirada y tomó coraje. Alzó nuevamente los ojos hacia él.
Se lo veía inquieto, ansioso, algo triste.

Raúl la miraba conmovido. Tal vez el rostro de ella traslucía más de lo que ella hubiese querido. La expresión de la mirada, las ojeras profundas.

"Coni…no sabés lo que me cuesta empezar esto. Nunca estuve en esta situación y no
soy de los que hablan de lo que sienten...Pero no puedo tolerar que estemos así. Soy un tipo transparente a pesar de no expresar lo que siento...vos me conocés", agregó.

Constanza miraba para abajo de nuevo.

"Por favor, mirame a los ojos. Me muero teniendo que decirte esto, sin tus ojos"

"Teniendo que decirme...qué?... "murmuró ella, solamente.

"Esto! Coni!! qué más va a ser??? Yo sé lo que vos pensás, -habló rápido, nervioso- Vos creés que estuve con Analía...Y no podés equivocarte más...Al principio no podía creer que desconfiaras de mi...cómo me hablaste ayer a la noche...me dolía el orgullo...pero después me di cuenta, me puse en tu lugar...más allá de lo bizarro de lo del tipo ese, para lo que no tengo explicación salvo que estaba totalmente loco y dio la casualidad que me viste después con Analía...yo si hubiera sido vos, estaría loco ahora, y no creería una palabra de lo que me dijeras...o me moriría por creerte pero me carcomería todo...pero no, Coni, no pasa nada. No pasó nada…por favor, decí algo...


Constanza era vapuleada por un torbellino mental.




Se viene el finalllll

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