jueves, 14 de mayo de 2015

Oda el plomero que odio mas breve locura

Oda al plomero que odio - descarga de emociopensamientos molestoideos - jugarreta lúdica

OH Si
Dioses celestes que nos observan
y maquinan nuestros desventurados pasos
maten, aniquilen
a aquellos de nosotros que digan dedicarse a la plomería, gasistas matriculados y electricistas
Y especialmente OH Dioses vengadores eliminen aquellos que cumplan con los tres requisitos en simultáneo
y por añadidura sean gordos y estén habituados a cambiar sus planes
(y con ellos e inadvertidamente los de uno)
cual veletas de estúpido gallo de hierro, qué moco
me digo
y pienso
que no habría nada más placentero en este sábado abortado
que saber que al susodicho le cayó una bacha en el dedo chiquito del pie
y que luego,
al desconsiderado gordo charlatán y cobarde
las semillas de las mandarinas se le fueron por el conducto equivocado
y tosió hasta ponerse más rojo que el rojo vivo
y se sintió mal, MUY MAL
Mal como si tuviera broncoespasmos feroces
Mal como si se hubiera enterado que bebió veneno por error
Mal como si se diera cuenta de cuanto CUANTO molesta
su determinante y pedorrísima irresponsabilidad.

Con cara redondota
y su sonrisa sin dientes
y sus chistes hilvanados uno tras otro sin tregua
Una flor de bofetada en tus bofes
eso sí me aliviaría.
Pero como eso no está entre mis posibilidades
y ante todo porque no te presentaste
me entretengo con menos:
invento engendros.

Pujo y nace.
He aquí.
Musical.

Tanto y como cuánto, cuánto y como sí, sí y sin un fin, se adentraba en el bosque el hombre blanco. Blanca era su tez, blanca como cal y como harina, y como arroz, y como yo que miraba blanca, desde atrás de un árbol, la llegada del extraño. Lo blanco era común por estos lares, lo incómodo, extraordinario, lo incordio era lo otro: lo negro, lo sucio, lo oscuro.  Y tan raro era, que no podía abstenerme de esconderme entusiasmada a esperar, en la entrada al pueblo, (el bosque), que algún extraño negro apareciera como la noche. Y yo, muriera del susto-emoción.

Hecha la aclaración, se entenderá, que el viejo era uno más entre la pila de facciones y fisonomías que poblaban mi minucioso inventario mental de personas.

De todas maneras, la paciencia me caracterizaba entonces. Y yo esperaba mi negro. Negro como el carbón. Como los agujeros por los que se escurría el Correcaminos. Como la ignorancia. Como un plantón de un plomero. En fin.

Pero como a todo el que le espera, Dios le llega o le hace llegar....estaba un día observando un pelotón de hormiguitas abriéndose paso entre la hojarasca, cuando oí unos pasos pesados apelmazar los suelos sombríos del bosque.

Un instante de sentimientos encontrados: quería ver quién era, pero también quería ver como la hormiga fortachona que llevaba un gran trozo de corteza se las iba a arreglar para atravesar el panorama inusualmente obstaculizado que se le presentaba.

Así estaba mi mente enredada, tanto que no vi ni una cosa ni la otra, pues dentro mio peleaban dos yo.

Por eso, mi sorpresa fue gloriosa, estrepitosa, inesperada y brillante, violenta, cuando una enorme sombra grande como un pino se detuvo a escasos centímetros de mi nariz y con voz estentórea bramó:

" A donde queda el Pueblo??"
Casi grité, luego un calor se apoderó de mis mejillas, luego un salto cardíaco de emoción, luego la respuesta calmada.
"Hacía allá Señor"
"Gracias" respondió la mole inmensa y dándose media vuelta se perdió entre los pinos.
Sonreí colmada, pasmada, infantil.

Otra meta cumplida.
Ya no tenía que pasar horas en la luz tenue del bosque.



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