miércoles, 16 de mayo de 2007

Atardecer

Huyo, huyo de todos y todo. Un segundo. Silencio.
Las imagenes del día, los significados, las responsabilidades, todo se arremolina sobre mi cabeza y alrededor mio, rodeándome, entremezclándose hasta ser solamente una masa de información en movimiento. Una señal y se despega finalmente de mi. Desaparece.
Listo. Ahora sí.
Un sol anarajando enorme se resbala desde arriba (o levita desde el horizonte) y queda pegado, colgado cerca del suelo lejano; atardece.
Se levanta un viento fresco, justo cuando el sol, aunque muriendo empezaba a dar excesivo calor. La tierra clara se mueve en el suelo y la siento en mis pies descalzos. Me estiro como un gato.
Todo esto, construido rápidamente, dentro mío. La planicie donde ahora estoy parada, que apareció como una bandeja gigante bajo mis pies mientras caminaba, hasta llegar al fondo infinito de mi escena, un lugar árido y desolado. Mi mundo interior de utilería, mi refugio inventado. El sol prepotente, ardiendo frente a mi. Una sonrisa se vuelca involuntaria en mis ojos, casi imperceptible en mi boca.

Esta es la única verdad. La que yo quiera. Porque no existe niguna otra. Nada más una lista larguísima de hechos, experiencias, materia e ideas intangibles escondidas detras de algo tangible..como un avión cruzándo el océano...o sea un montón de chapas y fierritos y asientos y gente contenta porque viaja o nerviosa porque viaja, atrapada adentro, mientras la bola de cosas (o el avión) flota (FLOTA!) en el aire. En una dirección determinada. Volviendo al tono pseudo melancólico de antes: eso no me explica nada, absolutamente nada.
Esa no es la verdad. Y aunque acerque y aleje estas cosas, no logro extraer nada de ellas. El jugo de verdad. Si lo descubriera, seguramente caería fulminada, sin razón aparente.

"De qué murió?"
"Un ataque al corazón"

Un ataque de Verdad.
Descubrió el gran Porqué..o más bien, Para que. (Somos una raza práctica, útil). Y..aunque la pregunta no sea esa, tampoco el problema está en la pregunta. El problema es que no hay respuesta. Ojalá fuera fácil. Ojalá no me importara. Pregunta inútil en mi vida. Pero que entorpece todo lo otro.

Por eso tengo mi atardecer. Es mi metáfora de pregunta sin respuesta, con el agregado de lo que necesito para consolarme: belleza. Redimir lo desesperante de la situación en algo bello. Y aunque la mirada sea segura y tranquila, adentro todo es intenso hasta el extasis o la conmoción.

Mi atardecer árido, el sol siempre igual, siempre muriendo. Puro instante como la vida misma; procesión de presentes consecutivos unidos por uno mismo, gastando la reserva de tiempo que nos separa de un fin hipotético. Porque nunca podrá ser otra cosa que hipotético.

El horizonte inalcanzable y yo despojada, infinitamente pequeña y libre.

No hay comentarios.: